CAMINO DE LECHE “VIA FLAVIA”
de dinastía,
emperadores
y opulencias,
dinásticas romana
de vetustas castas.
¡Cuna romana de
emperadores,
lirios y Falvia!
¿Por qué borrasteis,
cerrando de vuestros imperios
a las estrellas de los ojos
de Flavia?
¿Por qué, por qué no
dejar
una sola encendida
para la niña
asustada,
miedo del mundo
tristeza en alma,
ella que nunca
obtuvo liras del laurel
coronada,
solo algunas obtuvieron
en sus manos hojas
de palmas,
escritos de sirenas
entre la austral marea.
¡Ay! Orgullos
poderosos
de nombres, cuna y
países
que dejáis sobre el
pueblo la
pobreza y miserias,
imponéis el miedo sobre
las cabezas de las niñas
para que aprendan a ser madres
sin libros y cantos
las jácaras de las alegres
“Rueda, rueda…”
¡Dónde, dónde vuestros
Éxitos!
dónde aquellos
escudos
sin libros donde os
parapetáis
para dejar a nuestras
niñas en las lujurias
de vuestras sesera de
cremalleras
¡Chantajes de amor,
Chantajes
emocionales!
De quien sabe salir
por
piernas,
para olvidar,
nombres, rostros y
penas…
El dolor traicionero de una vieja
herencia.
¿Dónde, dónde estáis?
lobos vestidos de
asesinos pasivos
corderos que balan como ovejas,
tácitamente matáis cuando
ignoráis de sus
pobrezas
y desventuras a las niñas
Flavias que mueren
por vuestra inercia
Carnes de cañón desde la cuna
anunciadas,
muertes sin cárcel
ni sentencias,
niñas que viven en los vientres
lacerados, desde él las acechan.
Incultura asesina,
machismo
que “sin matar” matan,
en las muertas
y huérfanas,
hombres de apellidos y escudo
en las puertas,
pleitos
que nunca se gana
y porque os da la real
gana.
Pilatos de sábanas
blancas, ,
gobiernos corruptos
que de leyes para su bienes
tratan.
¡Ay! niña Flavia
la de ojos claros,
y nubarrones en el
alma
nunca escuchaste des
amor
sus canciones,
sin aberturas de
trincheras.
Ay, niña del lorquino poeta,
la que bebía de sus aguas
de luna, la del manto lácteo
tú, eres su estrella.
¡Mi niña Flavia!
Hoy te conozco
y contigo me siento a
charlar
un poco, un poco como tú
más y más muerta… contigo lloro
porque no supe
decirte
¡Ven!
Que aquí dentro de mi
regazo
no existen:
lobos,
ni cuentos
de cenicientas, ni princesas.
Corre y no pares,
¡Deja!
Que los trueque son
malos
cuando tú por amor te
entregas
si, a cambio recibes el adiós
en la puerta.
No llores que ya el miedo
nunca te hará muerta,
vive, desde el manjar
de tus pechos
el “camino de leche”
la vía láctea,
de la niña que quiere
dormir con la ropa de
su
madre en sus corazón
puesta.
14.6.2012
Carmen Hernández Rey
© autora extremeña
Todos los derechos de autor (DAR)
Foto subida del Google
CHREY
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